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lunes, 19 de octubre de 2020

COLOMBIA. COMUNIDAD VEDRUNA EL OASIS BOGOTÁ

 

 

En Colombia, y más en concreto en Bogotá, estamos en plena pandemia, sin alcanzar aun el pico de la curva. En confinamiento desde el 19 de marzo, con alguna flexibilidad y apertura al comercio.

El mes de julio está siendo crítico y, en algunas de las regiones, se ha vuelto a la cuarentena total. Este es nuestro caso.

En nuestra zona la situación es más complicada porque la mayoría de la gente realiza trabajos informales o laboran por días. Esto significa que, al no poder ir al trabajo, no reciben ninguna entrada. A ello se agrega que familias bastante numerosas ocupan residencias demasiado pequeñas. Es decir, hacinamiento en confinamiento total.

Por otra parte, están instalándose en nuestra parroquia bastantes familias venezolanas quienes se dedican a la venta ambulante por carecer de documentos legales, siguiéndose como consecuencia carencia de ingresos. Estas han requerido una atención especial, dado que en ellas hay muchos bebés pequeños y mamás embarazadas.

Los colegios han estado cerrados desde que comenzó el confinamiento y, el Centro de Formación Vedruna, también, actuando en consecuencia. Sin embargo, aunque estén las puertas cerradas, los programas siguen funcionando de forma virtual a través de Zoom, de las distintas redes y del teléfono móvil, y el personal de trabajo, por tanto, no ha quedado sin el sustento.

Una empresa colombiana que solía dar una pequeña ayuda para el sostenimiento del Centro, dada la realidad, le cambió el destino, enviándonosla para paliar el hambre de las familias de los niños y adolescentes que atendemos.  Y esto, ¿qué significa?, sencillamente, que en nuestro proyecto se dan salidas de dinero y no entradas. De la misma manera se encuentra nuestra Parroquia Santa Joaquina de Vedruna pues, aunque las puertas del templo, del despacho y de los salones estén cerrados físicamente, tanto las Eucaristías como las catequesis y las reuniones de los diferentes grupos, se realizan por Facebook y zoom. Por supuesto tampoco recibe ninguna entrada y, sin embargo, tiene que continuar sosteniéndose el sacerdote y pagando los servicios públicos.

Y, ante esta situación, ¿qué hemos hecho? Sencillamente, lo que hemos podido.

Como Centro de Formación Vedruna hemos sido portadoras de ayudas en alimentos para 250 familias, de las que, 40 son venezolanas, para las que se gestionó, además, una ayuda económica a fin de que pudieran pagar el alquiler de la vivienda   y no fueran desalojados.  El mismo Centro ha asumido el consumo de internet para que pueda funcionar la Parroquia de manera virtual. Así mismo, a través de la propia Parroquia, se distribuyeron otros 270 mercados de alimentos para ayudar al mismo número de familias.  

Pero,

La vida es pascual. La esperanza y la solidaridad se besan…

De entre las espinas nace una rosa. La grieta de una roca es capaz de hacer germinar una delicada flor.

Y la pandemia, tan llena de sufrimiento y de muerte, está permitiendo mostrar la bondad del corazón de muchas personas; la generosidad y desprendimiento se ponen de manifiesto.

El coronavirus, no sólo ha roto vida, ha destapado la oculta, produciendo una cadena de solidaridad.

Hay dueños de empresas que, a pesar de experimentar dificultades, piensan en los que están peor y envían donaciones para aminorar el hambre de la gente. Pero, hay personas que, sintiendo la necesidad de sus propias familias, al recibir una ayuda, la comparten con los que aún están en peor situación.

La mayoría de los miembros de la comunidad barrial, está pendiente de los que viven sólos, de los que no tienen con qué atender a sus niños, de los que tienen casa por cárcel, de la familia que saca la banderita roja a la ventana en señal de haber tocado fondo… Y comparten o generan organización para recoger y compartir.

Estos gestos estremecen nuestras entrañas y se convierten en fuente de gratitud y de oración.

Ante estas señales de esperanza viene a la mente el texto bíblico “Todo contribuye para bien de los que aman y son amados por Dios” (Rom. 8,28).

Y aumentan la fe, la esperanza y el amor.

 

Bogotá, 14 de julio de 2020. Antevíspera de la fiesta de la Virgen de Carmen.