NAVIDAD 2020 –AGUAS CALIENTES
1. Recogiendo al Viejito.
Un escritor colombiano,
excelente humorista, recordaba hace años
el inicio de algunos libros y novelas inmortales. La Biblia se inicia
así: “Al principio Dios creó el cielo y la tierra”. El inicio del Quijote se ha hecho clásico:
“En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…”. Cien años de
soledad, del Premio Nobel García Márquez, dice algo así: Cuando Aureliano Buendía se encontraba ante
el pelotón de fusilamiento…Y nuestra novela nacional, Doña Bárbara, recuerda
que “Un bongo remonta el Arauca bordeando las barrancas de la margen derecha…”.
Quiero subrayar el primer capítulo de esta novela. En el bongo iba un hombre siniestro, el Brujeador, a quien Doña Bárbara encargaba los “trabajos” de mayor riesgo: era su encomendero. El bongo lo contrató el Dr. Santos Luzardo, el idealista que se propuso y consiguió erradicar la barbarie que en el Cajón del Arauca había impuesto la Mujerona. El Doctor había olvidado las costumbres llaneras en sus muchos años de estudio y vida en Caracas. Todos comieron su avío al pie de un palo-de-agua o árbol gigante. Allí descansaron en las horas de mayor bochorno. Habían reanudado el viaje con el esfuerzo de los palanqueros o remeros. El capitán del bongo dio orden de regresar al punto de partida. Dijo: “hemos dejado en la orilla al Viejito”.
Al reanudar el viaje hizo la pregunta ritual: “¿Con quién vamos?” Todos contestaron al unísono: “Con Dios y la Virgen”. En la novela, el propio capitán explica el sentido del ritual. El Arauca está plagado de caribes y caimanes. Un coletazo del caimán suponía la muerte de los navegantes. Sólo la fe sencilla y primitiva del llanero daba seguridad. El Viejito era Dios, no podía quedar olvidado en la orilla.
Recuerdo esta escena de la novela de don Rómulo Gallegos porque ahora, un siglo después, la humanidad corre un peligro similar al de entonces. El caimán de hoy es el Coronavirus o Covid-19. El peligro aquí, en la frontera colombo-venezolana es más grave. Una emisora de Cúcuta advierte cuando redacto estas líneas -un 16-diciembre-2020- que “las salas de cuidados intensivos de la ciudad están colapsadas; los contagiados del virus, o mueren en sus casas o en las plazas públicas”. En muchas ciudades de Europa han tomado medidas drásticas. Mis propios hermanos, de edad avanzada, no se reunirán con sus hijas y nietos para la cena de Navidad. ¿Cuál es nuestra esperanza? El virus nos ha robado la Navidad. No habrá Misas de Aguinaldo ni Novena al niño Jesús en las horas acostumbradas. ¡Sólo el Viejito es nuestra esperanza!
2.
Cauce
de las aguas
Se dice que las aguas vuelven a
su cauce. Por eso no se debe construir en lugares que fueron laguna o cauces de
ríos y quebradas. Hace años hubo un
camping-turístico famoso allá en España que fue barrido literalmente por la
furia de una tormenta que hacía un siglo que no se presentaba en la zona. Allí
hubo un río. En Adícora-Venezuela se forma una gran laguna porque unos
ingenieros ignaros no hicieron caso a
los vecinos del lugar que les advirtieron: “no construyan ahí, es el aliviadero
por el que corre el agua de las lluvias hacia el mar”. Ahora los habitantes de
la urbanización tienen que esperar a que el sol evapore la laguna.
Yo comencé aquí en Aguas
Calientes mis “misiones” navideñas. Este fue mi primer aliviadero apostólico que me permitió disfrutar de la fraternidad de las Hermanas
Dominicas. Y me puso en contacto durante
50 años con la otra Venezuela: la campesina, la pobre, la poco evangelizada.
Misioné en la cordillera de Trujillo, en las sabanas ilímites del Guárico y del
Apure. También en los Barrios peligrosos del Sur de Bogotá y de las Veredas
humildes de Cáqueza, camino de Villavicencio. Una Navidad inolvidable me la procuró otra Hermana Dominica, sor
Iraida Urbano, en la zona costeña colombiana de Montería.
¿Será que termino aquí donde comencé mis afanes misionales? ¿Las aguas vuelven a su cauce original? El jueves-10-diciembre-2020 el camión del señor Marco Aurelio nos trajo a sor Alix y a mi desde San Cristóbal hasta Aguas Calientes. Vinimos en la cabina, en comodidad. Tuvimos unas experiencias dispares. Es carretera de frontera, muy concurrida en tiempos normales. Ahora estaba vacía. De las diez o doce Gasolineras que hay en el trayecto, sólo una estaba en servicio. En Venezuela no hay gasolina aunque ahora se paga en dólares. Siempre fue casi gratuita.
Al acercarnos a la frontera el monte es seco y árido, sólo crece el cují. Ahora estaba frondoso: las lluvias que llevaron desolación a Rubio y Zorca, aquí fueron benéficas, la vegetación está exuberante. Y la jardinería del Hogar de las Hermanas Dominicas está bellísima. Tercera experiencia: por todo el camino había multitud de personas pidiendo “la colita” pues caminaban hacia la frontera. El dueño del camión nos comentaba con tristeza: “no puedo llevarles, muchos traen consigo el virus y el peligro de contagio es extremo, yo tengo hijos”... Cientos de venezolanos salen de su patria buscando sobrevivir en otros países latinoamericanos. La nación más rica del Sur, está arruinada.
En estos mismos días me preguntaban mis familiares de España si era verídica la información que les llega sobre la miseria que se vive en Venezuela. Me permito relatar un solo caso. Un periodista entrevistaba en San Cristóbal a una mujer que venía caminando desde Acarigua o Barinas. Traía tres niñas, la más pequeña en brazos. Llorando le dijo al periodista: “veo que usted es humanitario, recíbame a esta niña y críemela; con la niña le entrego mi alma; esta niña se me muere en mis brazos por desnutrición. Recíbamela, por favor”. Al periodista le afloraron las lágrimas y no pudo terminar el reportaje. No se trata de un caso aislado: son muchos los papás que dejan sus hijos pequeños al cuidado de los abuelos para ellos ganar la alimentación en otras naciones.
Los organismos internacionales hacen declaraciones sobre la tiranía que gobierna y sobre la miseria que viven las mayorías en Venezuela. Declaran, condenan, denuncian. Al Tribunal de La Haya llegan informes con nombres y apellidos de personas que quebrantan los elementales Derechos Humanos. ¿Se logra algo efectivo en favor del pueblo martirizado? Se han ido del país cinco millones de personas: una generación de profesionales, médicos, profesores, ingenieros, todos buenos trabajadores.
3. En Aguas Calientes
El nombre le viene al pueblo de
las magníficas aguas termales que en la actualidad no se cuidan ni se estiman.
Estoy aquí aunque es zona peligrosa por la presencia del virus demoníaco. La
vida comunitaria de los Religiosos tiene evidentes ventajas. Algún Hermano se
había dado cuenta de que yo vivía un mal momento: desánimo por las limitaciones
que impone la edad, por el largo encierro sin salir de casa, por la muerte de
amigos entrañables con los que he hecho toda mi vida laboral. Los cuatro
Frailes quedamos traumatizados por la
muerte de Edixsandro, el párroco y el más joven de la comunidad: tres años de
ordenado y 36 años de edad. El Convid-19 se lo llevó. Mis Hermanos de comunidad consideraron que
con las Hermanas Dominicas podía garantizarse el cuidado necesario, y que un
cambio de sitio en la Navidad podía serme beneficioso. Aquí hice varias Navidades
y Semanas Santas en otros tiempos y recientemente. Estaba claro que no debía
salir por los barrios y las aldeas como hacía otras veces.
Aclaro a los lectores de esta crónica volandera: no estoy en casa extraña, sino en “mi casa fraternal”. Las Hermanas me conocen de muchos años. He trabajado con muchas de ellas en las Vicarías Parroquiales, es decir, donde hacían el oficio de sacerdote porque no había presbítero. Yo les ayudaba en estos tiempos litúrgicos fuertes. Ellas ven ya como normal que yo lave cada día mi ropa, los platos y cubiertos que se utilizan y dialogue con libertad sobre las preocupaciones que viven en el Colegio y los demás trabajos. La felicitación navideña del teólogo Padre Felicísimo alude a la “sororidad” como garantía de felicidad. Se dice “fraternidad” entre varones; “sorosidad”, cuando son mujeres.
La mejoría de mi ánimo se hizo notoria nada más llegar. Mi comunidad de San Cristóbal se alegra al sentirme mejor. Antes de venir comenté con el superior, Fray Antonio Paniagua, la conveniencia de informar a mi hermano Tino sobre la decisión y el motivo de mi estancia en la frontera. Mi hermano es Tino en familia; es Lauren en Filipinas; es Laurentino en la partida de nacimiento. Es Dominico como yo y lleva más de 40 años trabajando en Manila-Filipinas. Tiene ocho años menos que yo, pero el diagnóstico y tratamiento médico que lleva es para que la enfermedad no avance, no es tratamiento curativo. Yo dudaba si mi información le resultaría inconveniente. Paniagua, que ha sido superior muchos años, fue contundente: “los hermanos deben compartir los éxitos y las dificultades”.
Tino me dijo: “te aconsejo a ti lo que trato de aplicarme y vivir yo”. Comentó su experiencia: he conocido Frailes que trabajaron mucho y bien, pero no aceptaron las limitaciones que impone la edad, se apegaron a los puestos, sufrieron e hicieron sufrir a la comunidad. Y he conocido lo contrario: Frailes que trabajaron mucho pero fueron realistas y desde su retiro y ancianidad han sido testimonios ejemplares”. ¡Tuvo razón Paniagua al aconsejarme la información fraternal. Sé que Tino va aceptando las limitaciones que le impone la enfermedad, sigue activo y efectivo.
4. Navidad extraña
El domingo-27-diciembre me
llamaron mis hermanos Porfirio y Anita; al lado, en la calle, estaban sus hijas
y varios nietos. Habían visto las fotos que sor Alix les envió: los amplios
pasillos que imitan un claustro, los jardines en flor, me veían a mí en mera
camisa sin bufandas ni abrigos. En la calle donde estaban caían girones de
nieve, se marcaban tres grados de temperatura y anunciaban para la noche de
León un frío de cinco grados bajo cero.
Sólo una cosa nos igualaba: la amenaza del Covid-19. El maldito virus
cambió la vida de todo el mundo. Temíamos que la insensatez podría acabar con
la vida humana si estallaban las bombas atómicas que las grandes potencias
almacenaban.
No imaginábamos que un bichito invisible invadiera de repente nuestra existencia. En medio año se cerraron miles de negocios, millones de personas perdieron el trabajo y la vida. Se cerraron hasta los templos y lugares sagrados. No se hicieron bautizos, ni bodas, ni honras fúnebres a los que morían por el virus pues debían ser cremados de inmediato. El virus nos robó a los católicos la Semana Santa y está robando la Navidad a creyentes e increyentes. Impide hasta la reunión familiar para las cenas de Navidad. Mis compadres Jesús y Lourdes, allá en la lejana Barcelona, pusieron junto a sus dos platos de comida las fotografías de sus hijas y nietos, dispersos por varios continentes.
Venir a la frontera colombo-venezolana era como meterse en la boca del lobo. La pandemia era más frecuente aquí que en el resto de Venezuela. Vine con un compromiso que no he sabido cumplir. El lunes-14-diciembre el colegio de las Hermanas Dominicas celebró la despedida del año 2020. La celebración incluyó el aspecto religioso: el propio párroco José Salvador, da clase aquí y presidió la eucaristía, me invitó a concelebrar con él. La capilla es pequeña pero habilitaron los pasillos contiguos y asistió todo el personal: docentes, administrativos y obreros. En nuestras cenas de Navidad no hay distinción de rangos. Al terminar la misa la Hermana Directora, sor María Elena, en breves palabras agradeció y felicitó a todos la Navidad. Después de la misa hubo mesa.
Pregunté a unas profesoras si vestían de uniforme o de “pinta”, porque el uniforme es muy llamativo por el colorido y el diseño. El personal se reunió en el salón “Monseñor Sánchez Espejo”, porque lo construyó este sacerdote diocesano muy cercano a las Dominicas. Allí confraternizaron, hicieron rifas, intercambiaron los regalos del “amigo secreto”. Yo me quedé fuera, por precaución y guardar las distancias aconsejadas. Me hicieron llegar un obsequio que agradecí.
Terminó la jornada compartiendo la Cena Navideña tradicional. Fue de verdadero lujo en la Venezuela actual: hallaca, pan de jamón, ensalada, pernil y como bebida, el guarapo: mezcla de panela o azúcar no refinada, aromáticas y refrescos. Productos importados de Colombia, de calidad superior. Como había que quitar el tapabocas, me ubiqué en una mesa distante. Repito que en estas cenas tradicionales no hay rangos, el Niño de Belén nos iguala a todos.
Mi compromiso no cumplido y perdonado se refiere a la suplencia que hice en la parroquia de Ureña. Aguas Calientes y Ureña son poblaciones jurídicas distintas. Pero la construcción de viviendas y comercios las ha unido. El párroco Luis Useche me pidió el favor de suplirle el sábado, domingo y lunes, días del 26 al 28 de diciembre. Quería pasar unos días con sus papás ancianos en La Florida: un lejano pueblo colgado de los montes del Táchira. Allí le bautizó el Padre Quijano, un Dominico mitad leyenda y mitad santidad. Atendió aquella feligresía durante 22 años seguidos. La foto de su fallecimiento estuvo en el altar de todas las familias junto al crucifijo y la imagen de la Virgen María. ¿Cómo me negaba a la petición del Padre Luis?
Me sentí con fuerzas y con ánimo para decirle las cuatro misas dominicales, la boda, el entierro y demás compromisos. Tenía garantizadas las medidas sanitarias. Cada vez que tocaba el micrófono o los libros, me desinfectaban las manos. No daba yo las comuniones, las daban los “ministros” preparados para ello. Cuando me enteré de la enfermedad de mi superior, Padre Paniagua, yo mismo le expliqué que hice este trabajo no previsto. Es un privilegio que a mis años pueda realizar estas tareas de suplencia. El Padre Luis Useche tocó una fibra sensible: “mis viejos son muy ancianos, tengo pocas probabilidades de celebrar con ellos otras fiestas de Navidad”. ¡Nobleza obliga! –decían los abuelos de antes. Creo que mi comunidad de San Cristóbal se alegró al saber que falté al compromiso de “no salir” por estos motivos y con estos cuidados. Y el Padre Quijano, desde el cielo y desde los altares familiares de La Florida, seguro que me bendijo.
5.
Escuela
de padres
La dirección del colegio Madre
Trinidad Olivieri decidió usar los medios técnicos para tener reunión virtual
con los padres y representantes. Fueron reuniones por años de estudio, tanto de
Primaria como de Bachillerato. La dinámica fue sencilla. Se planteaba un tema
que debía reunir estas características: breve, interesante, didáctico. Así por
tres veces, para no malgastar los 45 minutos que nos daban para cada reunión.
Sor Alix iba coordinando los comentarios que los oyentes hacían. Los oyentes
eran los padres o representantes y los alumnos. Estos fueron los temas
principales abordados en las diferentes reuniones:
1º. Se dice en los Medios que los japoneses
son las personas más inteligentes: reconstruyeron su nación, destruida por las dos
bombas atómicas, en pocos años. Los misioneros Dominicos que trabajan allí
puntualizan: no es exacto, los latinos, y más los latinoamericanos, son más
rápidos y creativos. Los oyentes completaron el tema. El secreto del éxito del Japón está en el sistema educativo. Los Maestros y Profesores no pasan hambre,
ganan para vivir con dignidad. En Japón no hay huelgas estudiantiles. Los alumnos colaboran en la limpieza de sus aulas.
A los mejores trabajos se llega por
mérito, hay mucha competencia y estímulos. Alguien recordó la afirmación de nuestro mejor
pensador, el Dr. Uslar Pietri: “un día de huelga educativa debería ser
declarado de duelo nacional”.
2º. Tema. En el último siglo ha
cambiado el proceso educativo. El saber
era siempre descendente: los mayores
transmitían el saber, la cultura, los valores, a sus hijos y nietos. Desde que
hay tecnología, el proceso educativo es también ascendente: los niños y jóvenes enseñan a sus mayores a manejar el
televisor, la computadora y el celular. Además, hay un “saber vital” que es
horizontal: los jóvenes, ellos y ellas, hablan entre sí de sentimientos,
empates, enamoramientos, experiencias en
el terreno de la sexualidad. Es
frecuente que los papás sean los últimos en enterarse de los “rollos” que tiene
su hijo o hija.
3º. Comentaron la experiencia de una Maestra de primeros grados. Con unos trozos de madera desechable que le proporcionaba gratuitamente la carpintería, enseñaba a los pequeños el nombre de los colores, de los días de la semana, de los meses del año. Con esas maderas los niños construían puentes, torres y fantasías a lo largo de los meses. De los juguetes caros que les traía el Niño Jesús, apenas se entretenían unos días. Importancia de desarrollar la creatividad en los niños y jóvenes.
4º. Se prestó a largos comentarios el tema que algunos han visto en película. Un grupo de pigmeos, es decir, Enanos, colocados unos sobre los hombros de otros, derrotaron a los Gigantes. ¿Quiénes son los presentados como Gigantes en nuestra sociedad? ¿Qué tipo de modelos nos proporciona la cultura actual? Como estaba reciente la muerte del futbolista Maradona, los comentarios derivaron hacia este tema: modelos auténticos y modelos falsos. Se habló incluso del uso que hizo el gobierno argentino y el venezolano sobre esta figura pública.
5º. El tema de la pandemia o Coronavirus, Covid-19. La actualidad y gravedad de esta peste obligó a los oyentes a intervenir con entusiasmo. La situación de cuarentena, enclaustramiento, la imposibilidad de salir y tener presencia física en clase y en deporte, trajo cambios notables en la vida familiar. Obligó a padres e hijos a convivir más tiempo, a dialogar, a conocerse mejor. A otras personas les revivió la fe religiosa y la confianza en Dios. Insistieron muchas intervenciones por los micrófonos particulares en la fe religiosa: la enfermedad nos desborda, sin el apoyo en Dios se hace insoportable la vida. Sin fe, es absurda la muerte.
Nota. Quien coordinaba la
reunión virtual era la Hermana Dominica sor Alix, llegada de San Cristóbal. A
través de su micrófono pedía y daba la palabra a papás o alumnos. La Directora
del Colegio cerraba “con broche de oro” cada reunión. Sor María Elena ha estado
por muchos años en la dirección de
centros educativos. La experiencia le
enseñó a escuchar. También le enseñó a decir mucho con pocas palabras. Esta
experiencia de reuniones virtuales quedará en la historia de este Colegio.
6.
El
Colegio como escuela
El día 09-enero-2021 Se tuvo otro encuentro virtual con el personal del Colegio: directivos, profesores, administrativos, obreros. Cada uno desde su residencia o lugar de trabajo. Faltaron pocos. Se planteó el siguiente tema: factores que crean conflictos en las instituciones, bien sean educativas o sean empresas de cualquier producción. Yo me limité a señalar algunos de los factores que crean malestar, rompen la unidad, hacen ingrato el trabajo en las instituciones. El rendimiento en los trabajos es muy distinto si se trabaja con malestar o se hacen con gusto. No es lo mismo disfrutar que sufrir. Algunos de estos factores de discordia:
1. Ideología política:
pertenencia a distintos partidos, ser oficialista o de oposición en la
Venezuela actual.
2. Intereses económicos. En
este Colegio no tiene influencia tal factor: todos viven del sueldo fijado y de
un plus acordado con los representantes y la dirección.
3. Las celotipias, unas son de
carácter sentimental: simpatía por un
profesor o profesora más bella o más joven; preferencia por alumnos o alumnas. Otras veces son celotipias profesionales: los
alumnos estiman más a un profesor que a otro.
4. Envidias o sufrir por el
bien ajeno, por distintos motivos: porque son exitosos, porque los directivos
lo estiman más, porque a unos les dan más confianza que a otros.
5. Inmadurez, resentimientos,
frustraciones y complejos, unas veces conocidos y otras veces inconscientes. Llevar
al campo del trabajo los problemas personales o familiares.
+ En las intervenciones de los
oyentes se subrayó: falta de comunicación y diálogo. Intolerancia. Miedos de
diversa índole. Y se reconoció que el “clima humano” que se vive en el Colegio
es muy bueno y positivo, se trabaja con vocación y gusto.
7. El Hogar y el Colegio.
Esta casa tuvo un destino
inicial: hogar para temperar. No era
residencia habitual para enfermos o ancianos. Todavía se ve en la vieja portada
el nombre de “Mansión”. Se cambió por el más apropiado de “Hogar”. El clima cálido
y seco más las variadas aguas termales
contribuían a mejorar dolencias y curar enfermedades. Se fundó la casa
el año 1957, siendo superiora general la madre Emilia Batista. Se pensó en las
Hermanas ancianas o inválidas. Un año más tarde se recibían ya huéspedes, los
cuales ayudaron a continuar la construcción inicial. Las Hermanas aquí
residenciadas daban catequesis e instrucción a los niños del caserío, dice la
antigua crónica. Con el paso de los años se construyó en la
zona un hotel lujoso que cumplía la función de temperar las dolencias de
quienes podían pagarlo.
En 1965 se dieron los primeros
Ejercicios Espirituales: comenzó a ser “casa de predicación”. En 1981 se
oficializó el kínder “Niño Jesús”, separado del conjunto por una calle. Y en octubre del año 2001 se
fundó la Unidad Educativa Madre Trinidad Olivieri, en memoria de la fundadora
de la primera “mansión”. Es la última obra realizada. Es Colegio completo, con
preescolar, primaria y bachillerato. Actualmente cuenta con 430 alumnos. Como
es subsidiado por AVEC, las mensualidades están al alcance de las mayorías. Las
Hermanas van reuniendo materiales para pronto techar la cancha. La sombra
facilitará la educación física y el deporte.
El hogar primitivo tiene la
capilla en el centro y tres edificios de planta baja en forma de C. Tienen
amplios pasillos cubiertos, imitando un claustro abierto con columnas en forma
de arco. Los techos tienen teja clásica. Entre la capilla y estos edificios hay
una preciosa jardinería multicolor.
Después se levantaron tres
edificios de dos plantas. En cada uno hay ocho o doce habitaciones con baño
individual; de una o más camas. Se pensó
dar cursos, facilitar Ejercicios Espirituales, tener reuniones de educadores o
profesionales. Monseñor Sánchez Espejo financió un buen salón de reuniones y
tres habitaciones destinadas a Sacerdotes ancianos o enfermos; habitaciones que
no se han utilizado. Un carisma propio
de las Hermanas Dominicas de Santa Rosa de Lima es la atención de ancianos y
enfermos. Estos edificios, debido a la pandemia del año 2020 y el cierre
político de la frontera con Colombia, están casi sin uso. Lo utilizaban mayoritariamente los llegados
de Cúcuta-Colombia; el cambio de moneda les favorecía.
Actualmente hay cinco Hermanas
en esta casa. Sor Martha Betancour,
como superiora y muy activa, está pendiente de casi todo. Es la que cruza con
más frecuencia la frontera para abastecer a la comunidad de lo que no se
consigue en Venezuela. Sor María Elena García
dirige el Colegio, no tanto desde la oficina como desde un puesto
discreto que le permite escuchar las
confidencias de padres, alumnos, profesores y personal auxiliar. Tiene larga
experiencia en tareas directivas y gran autoridad moral dentro y fuera de la
Congregación. Sor Blanca Emira Barboza,
a pesar de las limitaciones, vigila la puerta, atiende llamadas y le queda
tiempo para hacer manualidades: pulseritas, cadenas, rosarios y otras
fantasías. Como pone precios sólo simbólicos, los visitantes se lo compran. Sor Soledad Delgado, también limitada
por la edad, cuida la preciosa
jardinería, las gallinas y llora la muerte de dos gallos: a uno lo mató su
independencia, al otro, los perros
guardianes. Sor Rosario Contreras es la administradora: carga la computadora y
el facturero-talonario de día y de noche. No es pequeño milagro poder pagar al
personal más de lo oficial para que los profesores permanezcan y se estimulen.
O sea, para que puedan sobrevivir todo el mes. Cuida los perros guardianes que
la superan en viveza y saltan la puerta cuando quieren.
8.
El
Hogar y la frontera
Esta casa Hogar es el mejor
retrato de la frontera. En tiempos normales era la frontera más activa de
América Latina. Hasta veinte mil
personas cruzaban a diario de Colombia hacia Venezuela. En esta casa viven habitualmente cinco
Hermanas Dominicas. Todas proceden del lado de allá, aunque su vida religiosa y
laboral la han hecho en el lado de acá.
En Navidad hemos probado los platos típicos de Medellín y de Mucchíes, de Norte de
Santander y de Carora, de Caracas y de Bogotá.
La comunidad aloja a Sandra y su hijo con 25 años de
servicio con las Hermanas. Aloja a la
sra. Mariela jubilada de la universidad
de Mérida-Venezuela. Cada año viaja a Europa, a Estados Unidos o al Extremo Oriente,
pues en todas partes tiene hijos,
hermanos y amistades. Estos días se
hospedó aquí la profesora Morella,
directora de un Liceo en San Cristóbal.
El tratamiento de quimioterapia no pudo hacérselo en el Táchira, no
había reactivos. La atienden en Cúcuta.
Intercedió por ella Estela-Ermitaña, residenciada en el
Hogar aunque estas Navidades las pasó en Cúcuta
también por tratamientos médicos. Todas son parte de la comunidad.
La casa Hogar es reflejo del
intercambio binacional. Es un absurdo
que la frontera siga cerrada. La gente sigue pasando por trochas primitivas si
paga tres vacunas: a soldados, a guardias, a colectivos-guerrilleros protegidos
por Venezuela.
Las emisoras de radio y
televisión que se captan son de allá. Enseñan mucho: hablan con libertad, en
serio y en broma. Los locutores colombianos tienen fama de ser vivos y
creativos. Una noche entrevistaban el presidente del Congreso de Bogotá. Resumía la labor del organismo en el año que
terminó y señaló la leyes importantes que estaban en estudio. Había una
discusión tensa en torno a una ley. Una Diputada se despachó con unas
“esmadradas” muy crudas. ¡No sabía que su micrófono estaba abierto! Toda la nación
escuchó la mentadera. Se refirió a “esa hija.uta ley que nos enfrenta”… Un Diputado usó el
mismo calificativo referido a un compañero de bancada. Tuvo que pedir disculpas
públicas cuando supo que todo el país se enteró; también tenía abierto su
micrófono. – De la crítica y denuncia no se libra nadie en Colombia: ni el
Presidente, ni los Gobernadores, ni los Alcaldes, ni los Diputados. Hablan con
libertad aunque no escuchen con respeto (como pedía el Papa Francisco a los
Obispos en un Sínodo sobre la temática
familiar).
Sandra no necesita ser diputada
para hacerse entender. Les dice, desde su puesto de chef, a grandes y a
pequeños, en puro castizo: “pónganse ese tapa-jetas que nos protege del
virus”. Todos saben que se refiere al
tapa-bocas. – Hubo un Ministro español
que le hizo famoso un micro abierto en el Congreso, más que su buen
trabajo en el ministerio. Estaba
afiliado al Opus Dei. Ante las bellaquerías
de un opositor se limitó a decir una frase que allí es
sumamente expresiva: “manda huevos”, en vez de llamarle “cara dura y
mentiroso”. Cada mañana asistía a la misa en nuestra iglesia de Madrid. Tanto
el Fraile como el Ministro, al mirarse, se limitaban a sonreír; sabían por qué.
- ¿Se aprende mucho en la frontera de San Antonio o Ureña con Cúcuta? Saquen conclusiones.
Veo que la Hermana más
consentida es sor Soledad. Tiene unos sobrinos que la visitan casi a
diario. Hacen mercado para la comunidad
y no pasa la cuenta casi nunca. Soy yo el único que conozco su nombre: “Ana
Jesusa”, pues todos la llaman Tuta.
Vinieron sus hijos de Medellín y compartimos comidas y cenas de
fraternidad, traídas por ellos. Sor Alix
acomoda la letra de un villancico que canta algo parecido: “Tutaina, turururá…”.
La casa conserva el calor de
auténtico Hogar. Muchos profesores y amigos vienen por casa a ver si las Hermanas necesitan algo. Saben
que “quien da, recibe más que lo que da”.
De la vida nos llevamos lo que damos, no lo que acumulamos. Una noche
escuchamos la prédica de un Sacerdote que sufrió el virus y estando casi
desahuciado administró los sacramentos a
otro Sacerdote que murió en sus brazos. Una prédica impresionante por su profundidad teológica y el dolor humano
vivido con fe. Como estamos amenazados por dicho virus, la prédica nos afectó a
todos.
Circularon por los medios unas fotos en que compartimos en la noche una bebida. ¿Café negro, vino tinto? No, es moringa. Un remedio casero que dicen es bueno para espantar el virus Covid-19. Se compone de panela, hojas de guayaba y de moringa, jengibre, pimienta. Debe ser un explosivo si consigue espantar al diabólico virus…
9.
Una
difícil espera
Al Premio Nobel de Literatura
Albert Camus se le calificó como “la honradez
desesperada”. Hemos releído “La Peste”
durante los meses de paralización y confinamiento. Lo que Camus
vislumbró en Argel, se ha multiplicado hasta el infinito con el coronavirus-Covid-19. La honradez le
habría permitido a Camus llegar a la fe cristiana, pero un accidente absurdo
segó su vida cuando su genio prometía mucho más. Nosotros tenemos fe cristiana, no
desesperamos. Pero la “espera” sin ver el final del túnel, se hace muy difícil. Vine a la frontera de Aguas Calientes por
quince días. Llevo aquí mes y medio y no veo claro el regreso. El virus ha destruido demasiados proyectos humanos. Se ha llevado a
centenares de personas amadas. Tenemos fe, pero la fe religiosa no anula las
angustias humanas.
Vejez, limitaciones, cobardías,
preocupaciones, imposibilidades que fueron realizaciones hasta ayer,
confinamiento de casi un año, dolencias y achaques acusados cada día más,
insomnio, crisis, depresión. Muchas muertes de seres queridos. Muchas lágrimas
de quienes forman parte de “mi familia”
aquí en Venezuela. Despedidas de
amigos que se van del país sin garantías
de mejor porvenir. Distancia en el propio hogar, sin abrazos, sin saludos, sin
besos, sin recurso. Más tapabocas, más mascarillas de plástico. Más sustos y
miedos. Y más y más lágrimas. Más muertos por Covid-19.
Po otra parte, la humillación
de recibir de rodillas unas bolsas de alimentos de pésima calidad para poder
sobrevivir. Se dan como limosna, no como justicia. Y la amenaza constante de los Uniformados de
baja graduación que de venden y sobornan para ellos y su familia poder
sobrevivir. Los ingresos millonarios
suben a las altas cúpulas. Cinco
millones de compatriotas se han ido del país Toda una generación de médicos,
ingenieros, profesores han huido para poder sobrevivir.
La vida se hace difícil en mi
casa-convento de San Cristóbal, donde ocupo la misma habitación desde hace 50
años. Cada uno de los factores citados
iba dejando su veneno en mi espíritu. Uno de mis colegas y Hermano se dio cuenta
de que en mi horno había fuego. Le bastó
sentarse a mi lado y mirarme a los ojos para que el aliviadero de tantos
factores negativos dejara deslizar el veneno. Era conveniente que fuera a Aguas
Calientes a trabajar allí la Navidad. Lo
he hecho en diversos lugares durante muchos años. Aquí comencé estas “misiones
apostólicas” y sospecho que aquí las terminaré; o ellas terminarán conmigo.
La comunidad me dejó en
libertad. Ya Dostoiesky preguntaba si Dios nos dio a los hombres la libertad
como privilegio o como castigo. La
libertad va unida a la responsabilidad.
En días de crisis existenciales es arriesgado
tomar decisiones. Si no se acierta con la decisión conveniente, la
culpabilidad cae sobre uno como losa
sepulcral. La muerte llega poco a poco; la vida nos desliga de quehaceres, de
proyectos acariciados, de amigos que se van, de sueños incumplidos. La muerte
es la última soledad. A muchos nos aterra una agonía larga que haga sufrir a
los demás. Los hijos de Marisol, en Ávila, están pasando por este trance
presintiendo lo que ha de ser el cadáver de su mamá. En tiempos de crisis,
psíquicas y ambientales, estos pensamientos se pasean cada noche por los
amplios pasillos del Hogar Santísima Trinidad. Como no hay que cuidarse del
frío, dichos pensamientos se adueñan de todo nuestro ser.
10. Vivir humanamente
La vejez, como la enfermedad,
son caminos solitarios. Repito: nos morimos poco a poco. Las emisoras de radio de Colombia a cada rato informan sobre el creciente número de contagiados y
fallecidos. En mi obligado retiro medito
en las reflexiones que hace mi colega Fray Felicísimo Martínez en su denso
libro “Vivir humanamente”, o la antropología que ocultan los evangelios. Las
circunstancias nos van matando. Es voz común que este virus o pandemia es fruto
de la investigación humana. El autor citado insiste en que la ética debe precede a la técnica. No
todo lo que la técnica puede hacer, debe hacerse. La ética obliga a que el
saber científico y los descubrimientos técnicos estén al servicio del hombre.
No al revés. Ver un país desolado afecta negativamente a toda persona bien
nacida. Ver lágrimas, depresiones, desánimos, miedos, ver a personas que
emigran hacia lo desconocido, ver a familias separadas, ver muertes que
pudieran evitarse, tener una alimentación deficiente y una educación primitiva
no garantiza un futuro mejor.
El día 19-enero-2021 celebró el
Colegio Madre Trinidad Olivieri el Día del Educador. Antes de compartir unas golosinas, reflexioné
con los Profesores y directivos sobre este punto: no hay educación si falta
ética; no hay vocación educativa sin ética. No hay ética si nos olvidamos de
las personas. Recordé el testimonio del ruso Shajarof. Un premio internacional
recuerda su obra genial y su testimonio sempiterno. Fue un genio
en el terreno de la física nuclear. En el mejor momento de su vida, con
el Premio Nobel en la mano, se negó a seguir trabajando. Las autoridades comunistas del momento lo confinaron en el infierno de Siberia. Se
negó a investigar por razones éticas: “no puedo soportar que los políticos
dediquen mis inventos a construir
bombas atómicas para matar seres
humanos”.
El buen educador no es el vivo
que cree saberlo todo, que piensa que a él no le engañan los alumnos. Ni es
buen educador el maestro riguroso que no perdona la mínima falta, que hace gala
de no dar nunca la máxima nota, que considera un honor el que le tengan
miedo los alumnos. Sí es buen educador
el que se deja enseñar y aprende algo nuevo cada día, el que se adapta al nivel
que tienen sus alumnos, el que se interesa por ellos y le dedica tiempo y
cariño. Es buen educador el que conserva
el sentido del humor dentro y fuera del aula. En una oportunidad, el profesor
vio que corría de pupitre en pupitre un papalito. Todos sonreían, escribían una palabra y lo pasaban al
siguiente. Llegó a manos de profesor. Decía el encabezamiento: “escriba una
palabra peor que la anterior”. La primera palabra era la típica española de las
dos “.o.o”. E iban subiendo de grosor. Como era buen Maestro, rio la broma,
propia de jóvenes sanos.
Este día terminamos el
encuentro con un cuento-histórico de humor. Me aseguré de que no había “ropa
tendida”, Me dijeron: “no se preocupe, aquí todos somos adultos”. Les
hablé de
una señora que fue a la parroquia
a notificar el bautismo de su niña. Se
extrañó que yo no la reconociera. Me
dijo: “le doy un dato para que se
acuerde, yo soy la “Equis”. Claro que me acordé. En un examen escrito habló de
que si duele un órgano: cabeza,
estómago, equis…, el médico…- Yo añadí
al final: “a ese órgano le dan muchos nombres populares; yo no sabía que
también lo llaman “equis”. La buena alumna tuvo la ocurrencia de enseñar la
nota a sus condiscípulos. La burlaron
durante toda la carrera; se quedó
con el nombre de Equis. No hay que perder el sentido del humor frente a las tremenduras de los jóvenes
estudiantes.
La soledad de estos meses de reclusión obliga
a replantear el sentido de la vida, el sentido del trabajo. ¿Qué es el
progreso, el desarrollo, el bienestar, el poder? ¿Serán más felices las mujeres argentinas al
sentirse libres para abortar? En estos
mismos días el expresidente de Uruguay, Pepe Mugica, renunció a su cargo de
Senador. Dio ante todo el mundo un
buen mensaje sapiencial, y un testimonio
conmovedor. Si estos ejemplos no motivan
a las autoridades venezolanas que nos gobiernan, no merecen el nombre de
personas, deberían llamarse monstruos. El malestar que sentimos los venezolanos
es la suma de muchos factores. Algunos de ellos son causados por el desgobierno que ha unido la
ignorancia, la corrupción, el ansia de poder y la sed insaciable de dinero. La
ética desapareció de todos los despachos oficiales. Aquí queda un pueblo noble,
sufrido y honrado. Ha caído en manos de
poderes diabólicos. Ha perdido la
esperanza, está como anestesiado. Puso
en su defensa cientos de encarcelados y muertos; puso cinco millones de
emigrantes. ¿Qué más puede hacer?
El 18-enero-2021 el papa
Francisco dirigió un carta a los Obispos
y al pueblo de Venezuela. Nos exhorta a
mantener la unidad eclesial y a poner las energías que nos quedan al servicio del pueblo más pobre. La Iglesia
católica está unida; los dirigentes no han podido fracturarla. Las cartas
pastorales de los Obispos han sido respetuosas, clarividentes y valientes. La
Iglesia católica se convirtió en la conciencia de la nación. Está cercana a la
gente y sirve al pueblo: son varios los
Obispos y Sacerdotes, que por estar al lado del pueblo en las casas y en los
hospitales, han sido víctimas del
Covid-19.
No es extraño que la gente
pierda peso, se enferme y emigre. No se ven salidas del túnel nacional en que no han encerrado. ¿Por qué no
abren esta frontera tan activa y
necesaria? La gente sabe la razón: es la
forma de hacer fortuna soldados,
guardias y colectivos o malandros amparados por el régimen. Son muchos millones
los que se negocian cada día pagando vacunas por pasar el río por trochas
vergonzosas. ¿Quién controla las condiciones sanitarias de los que pasan de un
lado a otro? Todos estos factores,
sumados, dan como consecuencia que la
gente nos sintamos pesarosos, angustiados, doloridos. De ahí a la contaminación
del Covid-19 no hay más que un paso.
Mis Hermanos de San Cristóbal
me recuerdan que tengo la casa abierta, es mi casa. Ya hablamos del 25-enero
como fecha de referencia para mi regreso. Siento dejar las ventajas de este
Hogar de las Hermanas Dominicas. A lo bueno nos
acostumbramos pronto. En El Ángel no voy a tener tanto bosque, ni clima
tan seco y propicio, ni las atenciones de las Hermanas que están pendientes de
todos mis detalles. Nunca sabré agradecerles la fraternidad vivida que me han dispensado. Llegué con el
ánimo golpeado por tantas circunstancias adversas. Mejoré la autoestima y pude
trabajar en la corrección de los exámenes de mis alumnos de la Universidad Católica. Me cantaron los
pájaros, me sombrearon los enormes árboles del bosque, disfruté del silencio de
los claustros y pasillos. Tuve un Hogar llamado Santísima Trinidad. Gracias
sean dadas a Dios y a la Virgen. Las Hermanas
Responden a coro: “Por toda la eternidad”.
San Cristóbal- Enero-2021- Hogar Aguas Calientes- Venezuela