El coronavirus en el Perú más desfavorecido: un misionero leonés lo cuenta
El sacerdote leonés José María Rojo García lleva con otro compañero de Zamora la Parroquia San José de Nazaret, una del medio centenar que pertenecen a la diócesis de Lurín, uno de los distritos con mayor porcentaje de personas en situación de pobreza extrema en Lima Sur
El COVID-19 no entiende de fronteras. En Lurín, uno de los distritos con mayor porcentaje de personas en situación de pobreza extrema en Lima Sur (Perú), preocupan las consecuencias que la pandemia tendrá en aquellos que viven en la calle o que comen solo gracias a la solidaridad de otros.
El sacerdote leonés José María Rojo García (Villeza de las Matas, 1946), que lleva con otro compañero de Zamora la Parroquia San José de Nazaret, una del medio centenar que pertenecen a la diócesis de Lurín, ha asegurado a Efe que en un país donde el 70 por ciento de la población tiene un trabajo informal, las dificultades económicas que se avecinan van a ser muy fuertes.
Los lunes, miércoles y viernes solo pueden salir los hombres a la calle para realizar compras y actividades de primera necesidad. Los martes, jueves y sábado las mujeres. Los domingos nadie.
«La cultura no se cambia por decreto y eso de que los varones vayan al mercado aún se ve raro», ha explicado el misionero.
Pero, a pesar de ello, la reducción del flujo de gente en la calle se nota y eso es lo importante. «La mayoría está cumpliendo», ha precisado sobre un toque de queda fijado en las seis de la tarde.
Eso sí, según ha remarcado, el «exagerado centralismo» del Gobierno le ha llevado a aunar sus esfuerzos en Lima, que concentra el 32 por ciento de la población del país, mientras «se le han escapado otras regiones como la costa norte» donde, en su opinión, «se lo están tomando bastante a la ligera».
Desde su diócesis se está tratando de «actuar de manera discreta» con los sectores más marginales de la población para «evitar pleitos y aglomeraciones» en el reparto de alimentos.
Sus primeros destinos
«El asistencialismo genera división», ha sostenido Rojo, que fue ordenado sacerdote en Madrid el 6 de abril de 1975, hace 45 años, con la mirada puesta en Zambia, en África.
Sin embargo, su primer destino fue Chimbote, una ciudad pesquera y siderúrgica en el norte de Perú. Después vino Juliaca, en la región de Puno, la cuna de los dioses del altiplano, cerca del lago Titicaca,
Más tarde, tras volver a Madrid para integrarse en el equipo de Animación Misionera, se asentó en Ica, un oasis en el desierto peruano, antes de recalar en Villa María del Triunfo.
Rojo, que entre 2013 y 2018 fue director general del Instituto Español de Misiones Extranjeras, ha apelado a la seriedad porque, en sus propias palabras, «de la actitud de la sociedad dependerá reducir el número de fallecimientos».
«No es hora de pelearnos los unos con los otros para ver quién tiene más culpa, porque es el momento de arrimar el hombro para salir adelante», ha precisado en una llamada a la solidaridad.
«Como cristianos debemos aplicar el mandamiento del amor, porque si yo me contagio estoy pecando al poner en riesgo la vida de los demás», ha indicado sin olvidar a unos grupos de riesgo entre los que se encuentran los «mayores».
«Debemos dedicar nuestros esfuerzos a los más débiles y salir de esta situación reforzados», ha dejado claro Rojo, que se ha mostrado esperanzado en que «el modelo de consumo cambie» porque, a su juicio, «está demostrado que no se puede llevar el mismo estilo de vida».
«Un virus nos está haciendo entender nuestro impacto en el cambio climático», ha apostillado, sin obviar dos expresiones peruanas que vienen mucho a cuento: «'Solo nos salvamos en racimo, como las uvas', y 'crecemos parejos como los granos de choclo'».
«Esa será, con diferencia, la mejor procesión de esta Semana Santa atípica», ha concluido.