Iquitos es una
ciudad bulliciosa de unos 600,000 habitantes en la amazonía peruana. La mayoría
de ellos han venido de los ríos, por lo que su componente indígena es muy alto.
No hay industrias y sus fuentes de trabajo son los empleados públicos y los
militares. Es la ciudad más importante en la amazonía peruana. Acá están
destacadas las fuerzas militares para cuidar la frontera con Ecuador, Brasil y
Colombia. La mayoría de la población vive al día. Si un día no trabaja…
La gente es muy
amable y acogedora. Suelen ser bastante risueños y se manifiestan contentos,
incluso cuando sus situaciones personales sean complicadas. Son generosos y
valoran muy positivamente las relaciones sociales. La vida suele hacerse en las
calles. La casa es un lugar de descanso en las noches. El resto del día suelen
hacer vida social en la calle: desde jugar, conversar, y todo tipo de puestos
venta: desde frutas tropicales hasta zapatos. Llama la atención que las veredas
tienen diferentes alturas y suelen estar ocupadas por algún tipo de venta. El
calor tropical tampoco ayuda a pasear, sólo con la caída del sol.
Esta ciudad ha
sido una de las que más ha sufrido en la pandemia. Los días de la primera ola
fueron brutales. Más de 100 muertos diarios (de los que iban al hospital), sin
tener en cuenta los que morían en casa, que nunca se han contado como muertos
de covid por falta de diagnóstico. El Estado no respondió. La corrupción es
brutal. Pero las familias extensas demostraron que la vida está por encima de
todo. Se hacían colas para comprar medicinas, que subieron exageradamente de
precios, para comprar comida, oxígeno medicinal… La familia ha sido el soporte
para poder salir adelante.
Las secuelas en
salud mental siguen siendo muy duras. En Perú existe una política de salud
mental, pero apenas hay personal para atención en este rubro y un presupuesto
ridículo. Sólo hay dos psiquiatras, uno de ellos infantil. Los psicólogos están
desbordados.
La Iglesia hace
lo que puede. En las dos primeras olas mis compañeros tuvieron un papel
destacado. Se realizó una campaña de recogida de fondos para comprar una planta
de oxígeno (algo que le corresponde al Estado, pero que no hizo). Y se
compraron 4 plantas de oxígeno que se donaron a diversos hospitales. En los momentos
más duros de la pandemia las redes sociales fueron nuestro aliado para estar
junto a la gente: desde oraciones, acompañamiento espiritual, orientación,
asesoría de todo tipo, ayuda fraterna… Cuando nos dejaron abrir las iglesias
hemos comenzado con la actividad litúrgica presencial.
Ahora estamos
inmersos en el proceso sinodal. Poco a poco vamos avanzando. Desde hace varias
décadas veníamos trabajando ser una Iglesia de “comunión y la participación”.
Ahora el sínodo recoge estas dos palabras y añade “misión”. Queremos dar un
impulso a nuestro plan pastoral. Todavía es pronto para saber porque debemos
seguir teniendo cuidado con la pandemia.
Un saludo para
toda la diócesis. Un recuerdo especial para Luis Angel de las Heras, nuestro
obispo. Para mi pueblo de Laguna de Negrillos, donde aprendí la fe cristiana.
Estudié con los agustinos en Valencia de Don Juan, donde aprendí el amor a la
misión, que me ha traído hasta la amazonía peruana. Muchas gracias.