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martes, 16 de noviembre de 2021

Desde la amazona peruana

 

Iquitos es una ciudad bulliciosa de unos 600,000 habitantes en la amazonía peruana. La mayoría de ellos han venido de los ríos, por lo que su componente indígena es muy alto. No hay industrias y sus fuentes de trabajo son los empleados públicos y los militares. Es la ciudad más importante en la amazonía peruana. Acá están destacadas las fuerzas militares para cuidar la frontera con Ecuador, Brasil y Colombia. La mayoría de la población vive al día. Si un día no trabaja…

La gente es muy amable y acogedora. Suelen ser bastante risueños y se manifiestan contentos, incluso cuando sus situaciones personales sean complicadas. Son generosos y valoran muy positivamente las relaciones sociales. La vida suele hacerse en las calles. La casa es un lugar de descanso en las noches. El resto del día suelen hacer vida social en la calle: desde jugar, conversar, y todo tipo de puestos venta: desde frutas tropicales hasta zapatos. Llama la atención que las veredas tienen diferentes alturas y suelen estar ocupadas por algún tipo de venta. El calor tropical tampoco ayuda a pasear, sólo con la caída del sol.

Esta ciudad ha sido una de las que más ha sufrido en la pandemia. Los días de la primera ola fueron brutales. Más de 100 muertos diarios (de los que iban al hospital), sin tener en cuenta los que morían en casa, que nunca se han contado como muertos de covid por falta de diagnóstico. El Estado no respondió. La corrupción es brutal. Pero las familias extensas demostraron que la vida está por encima de todo. Se hacían colas para comprar medicinas, que subieron exageradamente de precios, para comprar comida, oxígeno medicinal… La familia ha sido el soporte para poder salir adelante.

Las secuelas en salud mental siguen siendo muy duras. En Perú existe una política de salud mental, pero apenas hay personal para atención en este rubro y un presupuesto ridículo. Sólo hay dos psiquiatras, uno de ellos infantil. Los psicólogos están desbordados.

La Iglesia hace lo que puede. En las dos primeras olas mis compañeros tuvieron un papel destacado. Se realizó una campaña de recogida de fondos para comprar una planta de oxígeno (algo que le corresponde al Estado, pero que no hizo). Y se compraron 4 plantas de oxígeno que se donaron a diversos hospitales. En los momentos más duros de la pandemia las redes sociales fueron nuestro aliado para estar junto a la gente: desde oraciones, acompañamiento espiritual, orientación, asesoría de todo tipo, ayuda fraterna… Cuando nos dejaron abrir las iglesias hemos comenzado con la actividad litúrgica presencial.

Ahora estamos inmersos en el proceso sinodal. Poco a poco vamos avanzando. Desde hace varias décadas veníamos trabajando ser una Iglesia de “comunión y la participación”. Ahora el sínodo recoge estas dos palabras y añade “misión”. Queremos dar un impulso a nuestro plan pastoral. Todavía es pronto para saber porque debemos seguir teniendo cuidado con la pandemia.

Un saludo para toda la diócesis. Un recuerdo especial para Luis Angel de las Heras, nuestro obispo. Para mi pueblo de Laguna de Negrillos, donde aprendí la fe cristiana. Estudié con los agustinos en Valencia de Don Juan, donde aprendí el amor a la misión, que me ha traído hasta la amazonía peruana. Muchas gracias.