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lunes, 17 de junio de 2019

Cien años misionando en Aguada



La llegada de la Provincia Agustiniana de Castilla a Puerto Rico está marcada por dos coordenadas: la humildad y la eficacia. Había tenido que condicionar su restauración a la influencia de la trágica “desamortización”, nombrándose “De España” y apellidándose “De las Antillas”. Había que ser consecuentes y enviar misioneros a la zona. Se llega en una circunstancia adversa para España (1986), por la pérdida progresiva de las colonias. Pronto se complicará en Puerto Rico con todo lo que de bochornoso hay en los pasos dados por los Estados Unidos, tanto en lo político, como en lo militar.
Las consecuencias en lo religioso, con un protestantismo subvencionado y rampante, son funestas para nuestros padres José V. de Alústiza, Jaime Ferrer y Juan de Gorostiza. Aguada añade una tercera tragedia: el terremoto de 1918. Se llega, pues, con la sencillez del que sabe que su trabajo va a estar marcado por la adversidad y se realiza en el silencio de dificultades e incomodidades.
La Parroquia no debía de pasar por buenos momentos, a juzgar por las actas de las visitas pastorales, dada la delicadeza con la que se enuncia lo negativo. En el acta de 1907 Mons. William Jones tiene que “llamar la atención al Sr. Cura y Vicario” porque “habían desaparecido los libros de circulares y visitas pastorales”. Era párroco don Rafael Mangual. Y en la visita del 3 de mayo de 1917 llama duramente la atención sobre el funcionamiento de la catequesis.
El terremoto del 11 de octubre de 1918, es no ya la gota que colma el vaso, sino el torrente que arrasa lo que quedaba. Don Domingo Miró, no sabemos si por enfermedad, por cansancio o por desánimo, abandona la Parroquia.
El entonces obispo de Puerto Rico, el agustino Monseñor William Jones (es curioso que en las actas no firma William, sino Guillermo) mira una vez más a sus hermanos de hábito, que ya le habían resuelto otros problemas, y no precisamente los menos arduos (por ejemplo, lo del barrio obrero de Santurce), y solicita de nuevo a la Provincia para que se haga cargo de Aguada. Es el P. Fernando Salteráin, citado por el P. Paulino Sahelices (de Villaverde Sandoval), quien nos apunta la respuesta: “Por no desairarle en un momento tan grave, como se encontraba, con un montón de iglesias destruidas, aceptamos, sin dejar de comprender la difícil situación en que se encontraba el Padre, con un pueblo pobre y con su iglesia destruida, teniendo que construir otra nueva”.
El P. Juan Torner se trasladó desde San Germán a Aguada, para conocer las circunstancias de San Francisco de Asís, y anota su primer bautismo el 9 de febrero de 1919. Un par de meses después el P. Torner, como Vicario, nombra párroco de Aguada al P. Arancibia, que firma el primer bautismo el día 11 de mayo.
El P. Pedro de Arancibia, arquitecto y técnico agrícola, además de apóstol, diseña en lo primero como un artista y utiliza lo segundo para ayudar a los que generosamente contribuyen con su dinero para la Iglesia, aumentando sus cosechas. A él se debe el primer impulso en la construcción de la máxima expresión artística y monumental de Aguada: su Iglesia.
En 1926 es nombrado párroco el P. Pablo Gutiérrez Flórez, natural de Riosequino. Él tomará con empeño las obras de la construcción de la iglesia, que será inaugurada en 1936, después de una pausa provocada por el huracán S. Felipe de 1928.
En 1956 otro leones, el P. Carlos Gutiérrez, natural de Benllera, solicitará de  Cristalerías Rodríguez de León la instalación de las vidrieras que son únicas en Puerto Rico. 
Con motivo de misiones populares y donaciones de terreno, hoy disponemos de la casa parroquial, un centro parroquial, 20 capillas y un Centro de Espiritualidad con capacidad para 2.000 personas sentadas. Es el local más capaz de la Diócesis de Mayagüez y posiblemente de toda la isla. Su construcción fue presidida por los desvelos de otro párroco leonés, el P. José Luis Díez Gabela, natural de Villasimpliz, que está enterrado en el cementerio municipal de Aguada, con el P. Pablo y el P. Germán Lombó, de Pardabé.
En lo que toca a la pastoral la Parroquia, San Francisco de Asís, dispone de 4 sacerdotes, 24 grupos apostólicos, 72 ministros extraordinarios de la Comunión y una asistencia que le ha valido el apelativo de “El Vaticano de Puerto Rico”.
Otros leoneses que han ejercido el ministerio sacerdotal durante estos 100 años en la Parroquia son: el P. Ángel Castro de Río Sequino de Torío, Ildefonso Blanco de Villarroañe, Eliseo García de La Seca de Alba  (ya difuntos); y Benigno Palomo de Llamas de la Ribera, Félix Moratiel de Saechores de Rueda y Felipe Fernández de Benllera. 
El día 26 de mayo tendremos una concelebración en el Centro de Espiritualidad con los padres activos en la Parroquia y otros, que han servido en ella, para pedir a Dios la fuerza de continuar la labor ejercida estos cien años.